Un día me encontré con Manolo Preciado en un café de Gijón y pensé:
"me gustaría hacerle un retrato, parece un tipo muy interesante. Voy a acercarme y se lo comento",
pero al final no me atreví.
Ahora ya nunca podré hacérselo y este lienzo quedará vacío para siempre.
Hasta siempre, Manolo.
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